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¿Cuánto cuesta producir un kilovatio de energía? Los cálculos siempre se quedan cortos porque no toman en cuenta los enormes daños ambientales y sociales que vienen asociados a la construcción de megarepresas, explicó Isabel Zuleta en la conferencia “Los impactos en el Cañón del río Cauca generados por Hidroituango”, organizada por la Oficina de Gestión Ambiental de la Universidad Nacional.

Ante un reciente fallo de la Contraloría General que prueba irregularidades en los manejos administrativos y la construcción del mayor proyecto hidroeléctrico del país, fallo que entre otras cosas demuestra que los estudios del impacto de la obra fueron insuficientes, el debate alrededor de Hidroituango ha vuelto a la escena pública.

“La licencia ambiental que se otorga a estos proyectos siempre piensa en términos productivos, no en términos de las gentes”, declaró Zuleta, impulsora del Movimiento por el Agua y la Vida, cuando insistió en que una obra de enormes proporciones y capitales termina alterando los usos y costumbres de la población ancestral del Cañón, con una fuerte raigambre indígena, que fue desplazada a la fuerza con la inundación de la represa. En tal sentido las dimensiones del proyecto son importantes porque provocan también un impacto de grandes dimensiones, en los habitantes, pero también en los ecosistemas. “¿Cuál generación podrá recuperar su territorio?”, insistió Zuleta.

Isa Zuleta @Foto: Laura Cárdenas

No es lo mismo cortar un árbol para hacer la casa que poner un muro de 225 metros a obstaculizar un río bravo y furioso que con su velocidad determinaba un tipo de paisaje, un tipo de relación de la gente con su entorno”, explicó Isabel Zuleta, “las comunidades cañoneras se saben conocedoras de su entorno, pero además dependen de ese cañón, de ese lugar en donde no hay separación entre la comunidad y su territorio, no estamos hablando de gente que acaba de llegar”, puntualizó Zuleta al referirse a la ocupación del Cañón del río Cauca por comunidades Nutabes de las que se han hallado vestigios hasta con dos mil años de antigüedad.

Esa falsa dicotomía entre lo humano y la naturaleza, que concibe a los primeros como separados de la segunda, es la que guía la política minera y energética del país, basada en el extractivismo brutal y arrasador de los ecosistemas, una política cuyos ejes son las grandes centrales hidroeléctricas que cortan los ríos, la extracción desaforada de combustibles fósiles y la gran minería contaminante.

“No hay una autoridad ambiental que exija a las empresas la verdad sobre los daños, que son incalculables” concluyó Isabel Zuleta: “Hay unas relaciones asimétricas de poder muy grandes, una empresa como EPM tiene más dinero que todo el departamento de Antioquia, al final termina imponiendo sus condiciones”.