Skip to main content

En el imaginario nacional y en las guías turísticas el Quindío aparece como un paraíso natural, una vitrina de exportación para el deleite de propios y extranjeros. Sin embargo, más allá de las hermosas postales del Valle del Cocora y las fincas cafeteras, en los últimos años este territorio ha sido epicentro de serias amenazas a la vida, así como de importantes procesos de movilización que rechazan los megaproyectos devastadores con el medio ambiente.

El veterano líder ambientalista Néstor Ocampo lo resume en cuatro líneas: “El consumismo como modelo de vida y el extractivismo como modelo económico amenazan los bosques y el agua. Tenemos el avance de la deforestación por la invasión aguacatera en el piedemonte cordillerano, donde están nuestras fuentes de agua. Y el daño causado por los monocultivos de pinos y eucaliptos de la multinacional Smurfit Kappa”.

Quindío es el segundo departamento más pequeño del país, también el segundo más densamente poblado -7 veces más que el promedio nacional-, sus ecosistemas están seriamente alterados o modificados. A esto se suma un turismo depredador, que ha tenido su auge en los últimos veinte años después del célebre terremoto de Armenia, así como numerosas obras de infraestructura que provocaron daños puntuales como las del túnel de La Línea, obras que terminaron contaminando severamente las aguas para consumo humano en Calarcá.

La extranjerización de la tierra representa perder la soberanía sobre el agua, sobre la biodiversidad y los recursos genéticos”, asegura Isabel Zuleta, del Movimiento por el Agua y la Vida, a propósito del fenómeno creciente de compras masivas de tierras en este y otros departamentos para proyectos agroindustriales y forestales ligados al aguacate y las papeleras.

“La extranjerización de la tierra pone en riesgo a todo el pueblo colombiano, quizá no somos conscientes de que esto está pasando en el Quindío, no se ha visto la gravedad de lo que implica para las aguas el cultivo industrial de aguacate”, explica Isabel Zuleta, “el país necesita poner sus ojos en el Quindío, cuidar no sólo al Valle del Cocora sino a todo el departamento de esas grandes amenazas que representan los monocultivos, la megaminería, los proyectos hidroeléctricos”.

Y es que la otra amenaza siempre latente es la gran minería, puesto que multinacionales son propietarias de títulos mineros en la Cordillera Central que llegan hasta el Valle del Cocora, estandarte del turismo natural en el país.

“La Marcha Carnaval Quindío, la más grande movilización ciudadana en la historia del departamento se realiza anualmente desde hace seis años”, agrega Néstor Ocampo, refiriéndose a una enorme movilización ciudadana que nació en defensa del agua y el territorio para rechazar, precisamente, los megaproyectos mineros que afectan el departamento.

Esta marcha, símbolo de resistencia y unidad, se ha convertido en un grito de esperanza de la ciudadanía, una voz que rechaza el modelo de muerte y destrucción, proclamando la vida como consigna.