El miércoles 15 de septiembre de 2021 la comunidad cumbaleña se volcó a las calles para rechazar un proyecto minero que amenaza con arrasar sus páramos y fuentes de aguas. “Tuvo un acompañamiento masivo”, dice Javier Alpala, gestor cultural y líder juvenil de su comunidad, “llegó incluso gente de otros municipios y de cuatro cabildos indígenas diferentes”.
La empresa minera Camino Real SAS posee más de 20 títulos para la extracción de minerales como oro, cobre y platino en la región, en municipios como Policarpa y Cumbitara, títulos que se traslapan con la propiedad colectiva de las comunidades indígenas y los resguardos ya reconocidos.
“Para las comunidades indígenas el territorio se constituye como parte de la identidad cultural, es decir que más de ser un espacio físico, se convierte en un espacio donde se recrea y se dan las construcciones simbólicas y prácticas de la cosmología de los indígenas pastos”, explica Javier, “en el momento que se de esta explotación a la madre tierra, se están vulnerando nuestros derechos”.
Los jóvenes de estos resguardos han liderado la lucha en contra de las mineras, aún en contra de otros miembros de sus comunidades que “obran en contra de la ética de sus funciones y propuestas electorales cayendo en las tentativas propuestas para beneficio personal por parte de sus superiores”, dice Alpala.
Las afectaciones físicas del proyecto minero cubrirían los páramos de los resguardos de Cumbal, Chiles, Panán y Mayasquer que poseen un perímetro aproximado de 62.943 hectáreas de páramo con sus respectivos ecosistemas. El daño a las aguas subterráneas será inevitable y podría impactar otros municipios de Nariño como Ricaurte, Mallama, Carlosama e Ipiales.
“De haber presencia minera en los territorios, estos serán blanco del conflicto armado, en consecuencia el desplazamiento y la migración forzada de las comunidades será inevitable”, agrega Jasmely Cuaical, una joven indígena que también se ha sumado a la lucha. “Además, para obtener los minerales es necesario realizar minería a tajo abierto o minería subterránea, que implican el uso de explosivos, maquinaria pesada y perforación del subsuelo para hacer chimeneas, túneles y pozos que posibiliten la extracción, por ende, la destrucción de toda forma de vida es inminente”.
Durante todo 2021 estos jóvenes hicieron perifoneos, campañas en radio y redes sociales para movilizar a la comunidad, lo que lograron en la gran marcha del 15 de septiembre. Jasmely cree que es “tentador” para algunas personas dentro de los resguardos autorizar el ingreso de grandes mineras a sus territorios “a cambio de unos cuantos dólares”. Pero ella y sus compañeros apuestan por un futuro diferente.
“Creemos firmemente en el poder de nuestra Madre Tierra y por ende recurrimos a ella para que nos permita seguir habitando nuestros terruños”, insiste Jasmely Cuaical, “a pesar de la globalización, las comunidades indígenas aún guardamos un profundo respeto por la Pacha Mama y por eso muchos tratamos de cuidarla y protegerla”.