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Cuando el pasado 8 de agosto, fuerzas de la Policía y del ESMAD desalojaban con su habitual violencia el Campamento por la Vida y el Territorio en el humedal de Tibabuyes (Suba), no sabían que la lucha es una forma de entender la comunidad, no un espacio físico restringido.

Pero lo que sí hizo el salvaje desalojo es poner en juego el falso relato de negociación y respeto que ha tratado de mantener la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, avalada por una organización autodenominada como Partido Verde.

“Lo que ocurrió movió muchas emociones”, explica Julián Otero, uno de los guardianes del territorio que habitaba el Campamento. “Mucha gente se dio cuenta es que Claudia López el humedal le importa un bledo, que lo menos importante acá es que se quemó un bus… Una cosa, un bus, se recupera, la vida del humedal, no”.

Otero se refiere a la también violenta reacción de López, quien calificó de “vándalos” a los guardianes del territorio del Campamento, que cuando llegaron las fuerzas represoras, eran entre 25 y 30. El colectivo Somos Uno le dio la vuelta a ese relato y señaló como verdaderos vándalos a la propia alcaldesa y a otros actores políticos y económicos.

Todo es relato y la comunidad también construye el suyo en la cotidianidad. Para nosotros”, explica Quintero, “el desalojo fue como un desplazamiento forzado porque fueron algo más de ocho meses de cotidianidad, de lucha, de sensibilización, de pacas biodigestoras, de huertos urbanos, de talleres, de vida pues…”.

Para el Campamento por la Vida y el Territorio, Claudia López es una ecocida -“y hay argumentos de sobra para demostrarlo”-, sin embargo, la comunidad organizada es la guardiana de la Madre Tierra. “Digamos que hay dos tareas muy relacionadas: primero hay que liberar a los humedales, a los cerros, a los bosques de aquello que pone en riesgo la vida, después hay que cuidarlo. Nuestras acciones quieren liberar el humedal para luego poder resguardarlo”. Y tal y como lo explica Julián, “esa es una tarea que puede ser la de toda una vida”.

Otero recuerda que “ser comunidad en el siglo XXI es heredar un tipo de lucha”. “Nosotros heredamos fue la resistencia a la violencia porque hemos sufrido y visto demasiado; heredamos un tipo de lucha orientada a construir la paz, a formar asambleas, cultura…”.

El futuro del Campamento tal y como se conocía, que hubiera cumplido nueve meses a finales de agosto, es incierto, pero no la lucha ni la estrategia de llegar cada vez a más gente, de romper la estrategia de hablar solo a los convencidos de la importancia vital del humedal de Tibabuyes, de construir alternativas de vida, de parar las obras del acueducto que están llenando de concreto y de zapatas un territorio clave para la ya frágil estructura ecológica de Bogotá.

“Y en ese sentido no importa que nos traten de catalogar dentro de lo que la institucionalidad considera como ilegal, porque nosotras y nosotros actuamos desde la legitimidad comunitaria y eso, eso está más allá de lo legal o lo ilegal”, insiste Julián.

Para los Guardianes de la Madre Tierra en el humedal de Tibabuyes está claro que hay que seguir la batalla por los ecosistemas porque “lo que se pierda ahí, ya no se puede recuperar”. También saben que Claudia López instrumentalizó el discurso ambientalista, al igual que el Partido Verde y que ahora ha intentado echar la sombra del “vandalismo” sobre una lucha popular que lleva años y que no ha terminado. “No caemos en el discurso de la derrota o del éxito, seguimos luchando, seguimos resistiendo”.