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Colombia tienen instituciones, técnicos y jueces que no dejan de emitir resoluciones, redactar planes y dictar sentencias que, teóricamente, deberían proteger el ambiente. La realidad es que no sirven de nada. La sentencia sobre la descontaminación del río Bogotá es del 28 de marzo del 2014, pero, como explica Isabel Zuleta tras visitar el humedal Tibabuyes en la capital, “está claro que la justicia colombiana no entiende los ecosistemas, que la sentencia sobre el río Bogotá se le ha hecho un mayor daño a la ronda hídrica y a todos los humedales entre el río Bogotá y el río Neuque (Juan Amarillo)”.

Este domingo 29 de agosto, la lideresa del Movimiento por el Agua y la Vida ha recorrido el humedal con jóvenes guardianes de la madre tierra y con activistas ambientales. “Estoy muy triste; el humedal está muy mal, el río que lo atraviesa está muy mal, el agua casi no corre y está muy contaminada”. La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá «está invirtiendo 60 mil millones de pesos para matar al humedal (…) No se entiende esta inversión a la luz de su poca funcionalidad y no se entiende que se escuden en la sentencia… es decir es como si la sentencia provocara la afectación, pero eso ocurre por la corrupción en su interpretación».

Zuleta destacó que la obra que atraviesa el humedal de Tibabuyes es “nefasta”. “La Alcaldía la llama corredor ambiental, pero no es ni corredor ni ambiental, la obra corta el humedal, las zapatas ya hechas afectan al humedal y es muy visible”. Además, Isa Zuleta denuncia que “la planta de tratamiento de aguas residuales se está haciendo con un sistema completamente obsoleto. En otras partes del mundo la tecnología ha evolucionado mucho, pero esa tecnología parece que no es para Colombia. Entre otras cosas, hay que descentralizar la descontaminación… y la sentencia explica que no todo es infraestructura, para descontaminar hay que hacer un sistema de manejo de vertidos que separe desde la fuente las aguas”.

La sentencia sobre el río Bogotá planteaba acciones inmediatas y otras a tres años. Hoy, siete años después el humedal de Tibabuyes, el más amplio que queda en Bogotá, agoniza. “Lo más positivo es constatar la resistencia de las y los jóvenes Guardianes de la Madre Tierra. Son la esperanza, son las constatación de que solo desde el ambientalismo popular y asambleario hay posibilidades para proteger los territorios”, concluyó Zuleta. «Estos jóvenes están organizados, hacen pedagogía, interponen recursos para proteger el humedal, plantan huertos… es algo sostenido y con sentido».